El reconocimiento de nuestra condición de seres trashumantes deviene en la conciencia de la hospitalidad como un otro modo de ser que despliega su potencia en este tiempo transcivilizatorio, en el que nuestra identidad y sentido de vida se ven fragmentados por la emergente necesidad de movilizarnos de un lugar a otro en busca de trabajo, estudio, familia. Millones somos así lanzados al desierto de la trashumancia cuyo único oasis posible es la hospitalidad como decreto tradicional y eterno.