Hospitalidad-Trashumancia

Hospitalidad-Trashumancia
De la Hospitalidad-Trashumancia

sábado, 19 de julio de 2014

ATLAS MÍSTICO DE LA HOSPITALIDAD-TRASHUMANCIA

Reyna Carretero Rangel
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Formato: 15×21.
Páginas: 120
ISBN: 978-84-15707-10-3
PVP: 12 €
Descripción: Este Atlas místico se propone como una cartografía de sentido, donde el espacio de la hospitalidad se avizora claramente como el refugio verdadero para el trashumante que somos todos. La hospitalidad se manifiesta así indisociable de la trashumancia, implicando al mismo tiempo, el reconocimiento de la inviolable dignidad humana. La hospitalidad-trashumancia es la unidad de sentido fundamental de la cultura misma y no mera cuestión de una ética relativa. Nos recuerda que todos somos seres fronterizos, limítrofes, errantes que nos elevamos trágicamente sobre la abyección, trazando la vía de ascenso a través de la dignidad-sutileza que configura nuestra condición teofánica en el mundo, encarnada en las figuras proféticas y trágicas de Abraham, Agar, María, Jesús, Muhammad, Shams de Tabriz y Rumi, así como Las Danaides, Antígona y Edipo, con quienes compartimos potencialmente su nivel de entrega y sacrificio. Este Atlas está inspirado en una integración de las obras de Emmanuel Lévinas, Ibn ‘Arabi y Paul Ricoeur, entre otros autores fundamentales como María Zambrano y Peter Sloterdijk.

CARTOGRAFÍA DE LA HOSPITALIDAD-TRASHUMANCIA

Cartografía de la hospitalidad-trashumancia.
Reyna Carretero Rangel

El propósito  de esta Cartografía de la hospitalidad-trashumancia es compartir con los lectores de Metapolítica los nuevos alcances académicos sobre el tema tan actual de la migración y la movilidad. Lo novedoso consiste en el despliegue de una nueva semántica, la cual aborda una condición emergente y predominante en la sociedad contemporánea, originada en esa amalgama de la pobreza extrema y la migración  forzada:  un tipo de experiencia humana y social, lejos de las nuevas épicas del desarrollo globalizado, a la que le hemos dado el nombre de indigencia trashumante.
La actualización de la etimología latina de transhumancia: trans-humus, evoca y refleja con precisión la experiencia de salida, cruce, búsqueda y retorno de una tierra a otra. En la trashumancia, después de partir, se intenta permanecer, habitar el nuevo lugar que devenido en no-lugar, torna la búsqueda infinita, iniciando así la circularidad trashumante; el continuo ir y venir de la tierra que nos vio nacer hacia el lugar donde se anhela llegar, o se emprende el camino a lugares más lejanos, lanzándonos a la errancia sin fin, recordando a Juan García Ponce.
Miles de crónicas y relatos dan cuenta de esta experiencia de despojo y horror de la indigencia trashumante, padecida por personas concretas, por seres humanos de “carne y hueso” como dijera Miguel de Unamuno.  Estos relatos nos plantean la necesidad, y al mismo tiempo el reto de ir más allá de la descripción externa y general de esta experiencia; nos obligan a escudriñar el ámbito de la experiencia interior de la emocionalidad trastocada, nos exigen evidenciar con énfasis la ruptura del horizonte cotidiano; luego hablar del temor y horror de la partida, del derrumbe de las coordenadas de sentido, transformadas en destiempos y desespacios, como los nombra Eugenio Montejo,  donde esta huída se convierte en la única alternativa ante la muerte segura:  se escapa o muere en medio de la “línea de fuego”.
Este horizonte social extremo disloca y socava de raíz los discursos niveladores y prescriptivos, tanto políticos como académicos, haciendo evidentes las limitaciones semánticas para nombrar, como nos demandó en su momento Edward Said, “la turbulencia indocumentada de los exiliados, los inmigrantes, las poblaciones itinerantes o cautivas sin tierra ni hogar, para quienes todavía no existe un documento o expresión adecuada que tome en cuenta lo que deben experimentar”. De ahí que nuestro interés en esta entrega sea la construcción de ese documento o expresión adecuada que “excave los silencios, el universo de la memoria de los grupos itinerantes que apenas sobreviven, los lugares de exclusión e invisibilidad, la clase de testimonio que no aparece en los informes” (Edward Said, Humanism and Democratic Criticism, 2004: 81).
Confrontados ante el horizonte de la indigencia trashumante, sin posibilidad de volver la vista; nos proponemos explorar la gran potencia de la hospitalidad como criterio ético de las prácticas sociales. Nuestro puerto de llegada es la reapropiación de la subjetividad, resignificada como "territorio existencial" (Félix Guattari,Caosmosis, 1996), donde la hospitalidad-clinamen, esto es, la inclinación hacia el otro, se devela como componente fundamental y primordial en la configuración de una ética para la sociedad por-venir. Es esta una cartografía de la visualización de múltiples experiencias originadas a partir del germen de otro modo posible de contarnos, como nos aconseja Paul Ricoeur en su obra Caminos del reconocimiento.
La hospitalidad deviene así indisociable de la trashumancia, implicando al mismo tiempo, el reconocimiento de la inviolable dignidad humana. La hospitalidad-trashumancia es la unidad de sentido fundamental de la cultura misma y no mera cuestión de una ética relativa. Nos recuerda que todos somos seres fronterizos, limítrofes, habitantes de la frontera; seres en movimiento, transitando por los caminos de la sorpresa y el descubrimiento, pero también por los de la desventura, el extravío y la aflicción; necesitados profundamente de un albergue, de un lugar de cobijo y cuidado, de un ethos, etimología original de habitación.
El abordaje de la hospitalidad-trashumancia obliga a dar un viraje radical a la percepción de la migración, y en especial de la figura tradicional del migrante como un extranjero o un tercero. Seguir hablando en estos términos refleja que no se ha actualizado la lectura de la realidad social, la que nos grita a la cara que todos formamos parte activa o pasiva del contexto actual de movilidad y migración masiva en sus diferentes espectros, ya sea como tránsito, diáspora, exilio, nomadismo, o desplazamiento forzado.
Es en este contexto donde colocamos, en sintonía con otras voces, la urgencia y pertinencia del reconocimiento social de lo que ya es una realidad: la emergencia actual de la comunidad trashumante, en la que todos estamos incluidos. En una frase: todos somos trashumantes, en el sentido de que todos buscamos una tierra, un lugar, donde explorar y desplegar nuestro potencial humano, así como un espacio de reconocimiento.
Esta afirmación, más que un eslogan político, es el horizonte emergente del siglo actual, y en el que incluso los que transitamos supuestamente con más recursos, (turistas, académicos, funcionarios, ejecutivos) no estamos libres de ser despojados de ellos, incluidos nuestros papeles de identificación; por lo que fácilmente podemos transitar, merced a las políticas migratorias imperantes, al nivel de "ilegales" y "sin papeles", hasta que conquistemos entre todos "la primera y principal de las libertades: el derecho a circular"  (Jacques Attali,  El hombre nómada, 2003: 416).
El reconocimiento de nuestro cambio de condición social de predominantemente "establecidos" a trashumantes, implica, en efecto, "reconocer a alguien, y más aún, después de no haber podido reconocerlo, identificarlo, esto es, pensar en dos cosas contradictorias en una misma definición, es admitir que lo que estaba aquí, el ser que recordamos, ya no está, y lo que está es un ser que no conocíamos; es tener que pensar un misterio casi tan turbador como el de la muerte" (Marcel Proust en Paul Ricoeur, Caminos del Reconocimiento, 2006: 91).
Esta evocación de La comunidad trashumante y hospitalaria (Carretero, 2012) es un llamado a nuestro paradójico sentido de comunidad: tanto por su existencia milenaria, como por el olvido de sí misma, que hoy exige de una narración para hacerse presente como correlato fundamental, donde se hace posible la aparición de "ese otro modo que ser", propuesto por Emmanuel Lévinas: eterno, sagrado, eso que de manera llana nombramos "dignidad".
La hospitalidad como ética, obliga y doblega la tradición del rechazo y erige una política, una justicia para cada vez más millones de "sin papeles" y "sin domicilio fijo", donde emerge otro derecho internacional, otra política de fronteras para acceder a las "ciudades hospitalarias". Cada ciudad un hogar. Gran salto cualitativo, verdadero primer "paso en la luna" para la humanidad.
En esta cartografía tenemos la fortuna de contar con aportaciones inéditas de algunos de los más reconocidos especialistas en el fractal temático de la hospitalidad y la migración-trashumancia. El itinerario de nuestro viaje trashumante se divide en tres estaciones: iniciamos con la de “Cobijo  hospitalario”, donde nos da la bienvenida un entrañable texto de Emma León titulado: “El derecho al sueño”, donde nos pregunta: ¿Como afirmar nuestra humanidad, cuando el refugio de nuestro propio sueño está perforado y dispuesto a ser invadido por los estridentes gritos del desalojo? Lo que nos remite al “carácter necesario” del sueño, “que resiste a las fuerzas, factores y agentes externos abrumadoramente poderosos porque lo que está en juego es la vida y la muerte”; nos recuerda que: “Contar con espacios de residencia y hospedaje, dormir descansando y entrar en sueño reparador, conforman un derecho humano que se funda en una ética para la vida”.
En este tono, le sigue el inspirador escrito de Rosario Herrera Guido, al que ha nombrado: “Freud, Lacan y Derrida, de la hostilidad a la hospitalidad”, donde nos pregunta en el mismo sentido que Emma León: ¿Cómo dar lugar a una ética concreta, una política y un derecho que respondan a las nuevas situaciones históricas inéditas, superando el narcisismo hostil y hospedando al otro, determinando de otro modo la ciudadanía, la democracia y el derecho internacional? La autora abre un resquicio donde se avizora una respuesta: “El paso del yo narcisista al “amor civil” (como le llama Eugenio Trías a la solidaridad democrática), exige la salida de la hostilidad a la hospitalidad, como lo que debe ser, una repuesta justa, en todo caso más justa que el derecho existente, una repuesta inmediata a la hostilidad, a la xenofobia, al crimen, a la violencia, a la persecución, al éxodo tras el siniestro “natural”. Un trayecto que da lugar en el pensamiento, al asilo y la hospitalidad, a la experimentación de un derecho y una democracia que viene”.
La segunda estación titulada: “Dinámicas sociales de la hospitalidad-trashumancia”, abre con la urgente y necesaria reflexión de César García RAZO sobre “El sistema de ayuda humanitaria en La Ley de Hospitalidad de la Ciudad de México. Emergencia de sentido y superación del orden constitucional”, donde de forma impecable, desde el derecho y la sociología, su autor argumenta: “La Ley de Hospitalidad puede considerarse como uno de los eventos jurídicos más significativos del país en  los últimos años”; asimismo, y de la mano de la teoría de sistemas de Niklas Luhmann fundamenta que “La emergencia de la ayuda humanitaria de la sociedad va cobrando la forma determinada de sistema, de lo cual su referencia en una ley es apenas uno solo de sus aspectos, por ser sobre todo una expresión del sentido fundacional de la sociedad: en suma, y de acuerdo también con otros autores, cuya línea de argumentación se puede rastrear desde Séneca hasta Levinas, esto sería así porque la sociedad misma es indisociable de la hospitalidad”.
En este mismo sentido, continuamos en esta estación con el texto: “La experiencia social de la responsabilidad moral por el Otro en los circuitos trashumantes de la pastoral migrante México – Estados Unidos” de Miguel J. Hernández, en el que de una forma muy sutil “ubica el tema del cuidado necesario por el Otro como movimiento de compasión en los circuitos hospitalarios, específicamente en los dirigidos a migrantes en varias partes del planeta”, y nos  muestra “ejemplos objetivos de praxis de la compasión y cuidado del Otro, que en un terreno ético da respuestas certeras a los problemas contemporáneos que los emigrantes mexicanos y centroamericanos sufren en sus desplazamientos territoriales entre las fronteras norte y sur hacia Estados Unidos”.
Cerramos esta estación con el evocador texto de Gustavo López Castro: “I´m a stranger here myself: Procesos de reintegración de migrantes en Michoacán”; como espacio emblemático de la descolocación del territorio existencial del trashumante: “Una persona que lo reconoció le dio las instrucciones para llegar a su vieja casa, donde vivía aún una hermana, pero cuando finalmente estuvo frente a ella se sentó en una piedra sin poder entrar […] Ese lugar al que llegaba de nuevo había perdido el significado que tenía para él y debido a ello durante un largo tiempo tuvo que ir reconstruyéndolo a partir de renovadas relaciones”. Y es que el retorno nos dice el autor “puede ser un evento planeado, incluso negociado entre los miembros de la familia, pero también puede ser el resultado de una deportación, una remoción forzada desde Estados Unidos; en este último caso, lo rápido de los acontecimientos impide que a nivel familiar se negocie o se acuerden los términos de la separación”.
En la tercera y última estación titulada: “La hospitalidad-trashumancia como identidad narrativa”, abrimos con el texto de Eduardo González Di Pierro: “Koiné de la hospitalidad-trashumancia”, quien basándose en el texto del Atlas místico de la hospitalidad-trashumancia realiza una reflexión sumamente inspiradora de la propuesta filosófica de la hospitalidad-trashumancia: señalando que: “este corpus descubre una nueva koiné en este binomio de hospitalidad-trashumancia. Una koiné, esto es, una lengua común, que constituye una auténtica propuesta para superar las aparentes diferencias entre las religiones, sus libros sagrados, sus expresiones dogmáticas, etc., propugnando, en cambio, una concentración en los muchos puntos comunes que existen entre ellas y que son muchos más de lo que cualquiera supondría. Buena parte de esta "lingua franca", sin duda, está representada por el adjetivo místico”. Es así que para el autor: “La Koiné de la hospitalidad-trashumancia es, en verdad, un atlas, una guía topográfica de la identidad narrativa que constituye al ser humano contemporáneo, es decir, que nos constituye”.
Y cerramos este viaje con el texto: “Plétora trashumante. Clinamen y deslizamiento existencial” de una servidora, en el que recordamos que: “El ser trashumante, en el continuum del exilio, exige y demanda un espacio de hospitalidad, efímera, transitoria e infinita como la unión pletórica; porque en muchos casos no hay una Ítaca con Penélope que nos espere como a Ulises de su viaje de regreso. El mundo es así nuestra tierra evocando aquel refrán de origen árabe: "Donde está mi pan está mi tierra"; y el pan se metamorfosea de múltiples maneras. El alimento es una mirada que anhela nuestra llegada, una voz que nos dice: "¿Qué tal te fue hoy? Ven, vamos a comer".
Los invitamos entonces a iniciar la travesía, agradeciendo a Metapolítica y a ustedes, amables lectores, su compañía en esta caravana de la hospitalidad-trashumancia.